Hasta hace poco, ser “verde” significaba representar a una minoría generalmente de izquierdas y comprometida con el medio ambiente, calzarse la etiqueta de progresista y tocar la guitarra a bordo de una lancha, algo así como Macaco pero sin el spanglish y la voz nasal. Después, como mucho, algún demócrata estadounidense podía llevarse por la jeta el Nobel de la paz, pese a haber sido partícipe de la guerra contra Serbia, pero esto es una verdad incómoda que no conviene recordar ahora. Lo que sí conviene que recordemos es que el color verde tiene varias tonalidades, unas más claras, otras más oscuras, y algunas más llamativas que el resto, no solamente la madre naturaleza o el increíble Hulk son representantes del color de la esperanza, también lo es el patrimonio que genera a costa de todo y de todos el loado capitalismo que ahora parece empeñado en salvar boques, también lo es el dinero.
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