Con un paro juvenil del 41% y una agricultura envejecida y sin relevo generacional a la vista, el campo se ofrece como una opción laboral para los jóvenes. Más de 300 valencianos estudian ciclos agrícolas de Formación Profesional. Quieren ser los nuevos «llauradors».
Tiene 28 años, es de Nules y quiere ser labradora. Su sueño  es montar una pequeña explotación de agricultura ecológica, o quizá  alternar el cultivo de fruta y verdura con el comercio de plantas. Para  lograrlo, está estudiando un Grado Medio de FP en Explotaciones  Agrícolas Intensivas. Sí, estudiando. Hace un siglo, casi en cada casa  valenciana había un maestro agrícola. Pero hoy hace falta ir a clase  para ser un buen labrador.
Maite está aprendiendo a serlo. En el  instituto de Nules, este ciclo de formación profesional agraria de dos  años de duración enseña a llevar las riendas de un campo de forma  eminentemente práctica: analítica de suelo, de aguas, uso de maquinaria  agrícola, plantación y cuidado de los productos hortícolas, frutales, de  invernadero o viverísticos, estudio de las plagas y su combate  pesticida, etc. También aprenden rudimentos empresariales y se les  imbuye de mentalidad emprendedora para que después puedan crear su  propia empresa agroalimentaria o sacar adelante una explotación  agrícola.
Tal vez ahora sea un buen momento. La crisis económica ha  vaciado fábricas y ha paralizado el pujante sector de la construcción  que trajo los BMW a los veinteañeros del boom. Muchos jóvenes sin apenas  formación académica, abocados al paro, han de recolocarse. Y el campo,  según destaca Enric Navarro, responsable de Agricultura Ecológica de La  Unió de Llauradors i Ramaders, «es una buena alternativa» para los  jóvenes que estén dispuestos a formarse en los centros específicos de  FP.
La huerta, en realidad, los necesita. El abandono de campos y la  fractura en el relevo generacional está haciendo mella. Entre 1996 y  2006, la superficie agrícola de la Comunitat Valenciana era de 660.000  hectáreas. En 2007 bajó a 608.000, casi un 10% menos de terreno  cultivado. El fenómeno se agrava con la edad de los labradores. Según  datos de 2007, de los 131.185 agricultores de todas las explotaciones  valencianas, el 57% de ellos superaba los 60 años. Sólo el 3% de  labradores tenía menos de 34 años. Ahí está el corte generacional y,  posiblemente, un futuro nicho de mercado para emprendedores.
La  «mala fama» del campo
Sin embargo, no es fácil convencer de ello a  los jóvenes. En la actualidad, sólo hay dos institutos en la Comunitat  Valenciana que imparten ciclos profesionales de agricultura (Orihuela y  Nules) y dos escuelas agrarias que la Diputación de Valencia tiene en  Catarroja y Requena. En total, algo más de 300 alumnos valencianos  reciben formación agrícola reglada en estos centros públicos.
Son  pocos en comparación con otros oficios como mecánico, fontanero o  electricista. Pero es que, por mucho que dijera Cicerón, todavía se  arrastra el pesado lastre de que al campo va «quien no sirve para otra  cosa». «Existe una presión social para que la gente joven no se dedique  al campo», lamenta Enric Navarro, de La Unió. Así lo ha sufrido en su  propia casa —sin tradición agrícola— Maite Arnau, la labradora de Nules.  «A mi madre le parecía una locura y siempre me lo ha querido quitar de  la cabeza porque el campo no es una profesión que ella quisiera para su  hija. A ella le gustaría una oficina, un banco… Pero a mí no me gusta  estar encerrada. Me gusta el aire y el campo. Y aunque esto sea un mundo  de hombres muy cerrado, yo lo conseguiré», asegura Maite, que aparte  del ciclo agrario también está acabando la carrera universitaria de  Ingeniería Agrícola.
Su sueño quizá lo represente Ferran Greses.  Tiene 26 años y se dedica a la agricultura ecológica: hortalizas, coles y  legumbres que exporta al extranjero desde sus tierras familiares de  Carpesa (pedanía de Valencia) y Alboraia. Él tuvo claro que quería  seguir los pasos de su padre. Pero con un valor añadido: la agricultura  ecológica. «No arrojas pesticidas ni herbicidas y lo haces todo a mano:  plantar, labrar, rascar… Aunque sea más pesado, eso enriquece el  producto, lo distingue y lo hace de mayor calidad», explica Ferran.
Objetivo:  producto diferenciado
Profesionalización y especialización. Por ahí  pasa el futuro de los jóvenes labradores, según opina Vicent Borràs,  director de la veterana Escuela de Capataces Agrícolas de Catarroja.  Aunque muestra su preocupación porque «estamos perdiendo la cultura  agronómica que nos caracterizaba como pueblo sin que nadie se manifeste  ni diga nada, como sí ocurre con las casas del Cabanyal», Borràs cree  que sí hay futuro en la agricultura.  Con dos premisas: «Elaborar un  producto diferenciado del entorno, porque no tiene sentido hacer lo  mismo que Marruecos nos vende más baratos, y practicar la venta directa,  sin intermediarios, como cada vez más se hace en Europa».
Es bueno  matizar que estos ciclos agrarios de FP no forman a collidors o  tractoristas. No. Preparan a profesionales integrales del campo. Si  tienen tierras, las podrán llevar sin necesidad de pagar un jornal de  más. Si no las tienen, podrán entrar en una cooperativa agrícola como  técnico de campo, encargado de almacén o responsable de tienda. También  pueden asumir la responsabilidad de llevar una finca. O constituir una  empresa agroalimentaria o de jardinería y sacarla adelante. Otras dos  salidas, cada vez más pujantes, son las de capataz para la  administración pública y responsable de programas de agricultura en  cooperación internacional en los países del Tercer Mundo.
Una salida  de éstas le espera a Vicent Llidó, de 17 años y natural de Artana  (Castelló). Nieto, que no hijo, de agricultor, Vicent acabará el próximo  año el ciclo medio de Explotaciones Agrarias Intensivas. Este curso, en  una excusión a la huerta, recuerda el lamento de un labrador entrado ya  en edad. «Nos dijo que en el campo no había sustitutos y que la gente  joven no quería seguir». Sin embargo, él está empeñado en tomar pronto  las riendas de sus olivos y naranjos en Artana y Betxí y dedicarse a la  agricultura. ¿Es ésta una de las salidas a la crisis para los jóvenes?  Tal vez sea una salida difícil y costosa. Pero, como también dijo el  sabio Cicerón, «cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria».
Sólo  4 centros públicos de FP agrícola y ninguno en las comarcas centrales
La  poca rentabilidad que a priori se le atribuye a la agricultura y el  gran sacrificio que requiere —y que cualquier temporal arrasa sin  contemplación— ha contribuido a alejar a los jóvenes del campo. Sin  embargo, el pinchazo de otros sectores como la construcción y los  servicios puede hacer replantear estos prejuicios e inconvenientes.  Quizá ha llegado la hora de que los jóvenes vuelvan al campo y no sólo  como mano de obra no cualificada. Para ello, no obstante, es  indispensable la formación profesional no universitaria. Y en la  Comunitat Valenciana, según denuncia La Unió, la formación agraria no  goza de buena salud.
Sólo dos institutos en Nules y Orihuela  imparten ciclos de agricultura, dependientes de la Conselleria de  Educación. Aparte está la Escuela de Capataces Agrícolas de Catarroja  —que ha formado a más de 3.000 técnicos agrarios desde 1956— y la  Escuela de Viticultura y Enología de Requena, ambas pertenecientes a la  Diputación de Valencia. Los estudios de jardinería, forestales y gestión  de recursos naturales y paisajísticos  sí que se imparten en centros  públicos de Segorbe, Cheste, Callosa d´En Sarrià y Buñol. También  funcionan escuelas agrarias, aunque no son centros públicos, en Llombai  (la Ribera), Beniarjó (la Safor) y Jacarilla (el Baix Segura).
Según  denuncia el responsable de Agricultura Ecológica de La Unió, Enric  Navarro, «las comarcas centrales quedan absolutamente olvidadas por lo  que respecta a la Formación Profesional agraria. Zonas tan agrícolas  como la Ribera, la Vall d´Albaida, la Costera, el Comtat, l´Alcoià, la  Safor o la Marina Alta no tienen ni un ciclo público de agricultura, ni  de forestales ni de jardinería, que conforman la familia agraria de la  formación profesional». De hecho, lamenta Enric Navarro con acusaciones  de «desidia» a la Generalitat, «la nueva titulación de Producción  Agroecológica sólo se impartirá el próximo curso en Catarroja y Nules».  El sindicalista apuesta por que Agricultura tome las riendas de la  enseñanza agraria con un proyecto tan sólido como en Cataluña, donde  funcionan 14 escuelas de capacitación agraria tuteladas por la  Generalitat y muchas otras iniciativas como la Escola Agrària de Manresa  o la Escola de Pagesos i Pastors del Pirineu. El objetivo es favorecer  el relevo generacional en el campo. ¿Se producirá ese relevo en la  Comunitat Valenciana? «Yo quiero pensar que sí —augura Enric Navarro—, y  que será una mezcla de hijos de labradores, urbanitas formados y los  inmigrantes, que están más apegados a la tierra».
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